Las mujeres nos movemos con frecuencia en marcos estrechos que nos limitan. Nos cuesta visibilizar nuestros logros y contribuciones, el valor que aportamos, nuestras destrezas y competencias. Trabajamos para defender el trabajo de otros con más facilidad que la que empleamos para defender el nuestro, porque valoramos nuestros vínculos personales y las redes de apoyo.
Muchos estudios demuestran que nos juzgamos a menudo con demasiada severidad, nos cuesta presentarnos a un trabajo si no cumplimos todos o la mayoría de los requisitos, o nos resistimos a presentarnos como expertas si no sabemos mucho sobre un tema. Nos gusta ofrecer valor, no vender humo.
Esto tiene que ver con que las mujeres valoramos mucho la coherencia personal. Leemos con facilidad los contextos emocionales y empatizamos con las emociones de otras personas. Todo esto nos lleva a colocarnos con frecuencia en la posición de quien escucha más que en la posición de quien marca el paso.
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