Las mujeres nos movemos con frecuencia en marcos estrechos que nos limitan. Nos cuesta visibilizar nuestros logros y contribuciones, el valor que aportamos, nuestras destrezas y competencias. Trabajamos para defender el trabajo de otros con más facilidad que la que empleamos para defender el nuestro, porque valoramos nuestros vínculos personales y las redes de apoyo.
Muchos estudios demuestran que nos juzgamos a menudo con demasiada severidad, nos cuesta presentarnos a un trabajo si no cumplimos todos o la mayoría de los requisitos, o nos resistimos a presentarnos como expertas si no sabemos mucho sobre un tema. Nos gusta ofrecer valor, no vender humo.
Esto tiene que ver con que las mujeres valoramos mucho la coherencia personal. Leemos con facilidad los contextos emocionales y empatizamos con las emociones de otras personas. Todo esto nos lleva a colocarnos con frecuencia en la posición de quien escucha más que en la posición de quien marca el paso.
Debemos reclamar nuestros derechos
El inconveniente es que no afirmamos nuestros derechos con la firmeza que deberíamos emplear, o no lo hacemos lo suficiente. Asociamos en demasiadas ocasiones el arrojo para emprender algo con la necesidad de saberlo todo y tenerlo todo pensado. Y emprender requiere arriesgarse más.
Diferentes estudios muestran que tomamos más riesgos controlados. También muestran que somos más arriesgadas en aspectos sociales, en los que afectan a nuestro entorno o a nuestras familias. Los hombres asumen más riesgos en general porque es una forma de expresar estatus.
Las mujeres no necesitan expresarlo o demostrarlo de esta manera, porque no se les presiona para que lo hagan. Por otra parte, las mujeres no quieren que se las vea como arrogantes o demasiado confiadas, y eso a veces se interpreta erróneamente como indecisión. De un hombre se tolera mejor esa arrogancia.
Cuando nos visibilizamos crecemos
Cuando las mujeres escogemos visibilizar nuestro trabajo y defender nuestros logros de manera asertiva aprovechamos el potencial de las fortalezas que hay detrás de esos supuestos inconvenientes. Bebemos de la fuente que los nutre, pero los empleamos a nuestro favor para progresar personalmente. Empleamos la fuerza de la diversidad por razón de género como palanca.
El impacto del potencial de la diversidad por razón de género se ve multiplicado cuando se une a éste el potencial por razón de orientación sexual. En muchas ocasiones a las mujeres lesbianas y bisexuales nos cuesta visibilizar nuestra orientación por el temor a encontrar una fuerte resistencia externa: el rechazo, el desprecio, el alejamiento de quienes tenemos cerca, la condescendencia, etc.
Practicamos frente a esa resistencia imaginada lo que Josep María Esquirol denomina “la resistencia íntima”. Nos imponemos el silencio como desafío para poder seguir siendo lo que somos en un mundo privado que nos permitirá vivir en paz, como deseamos. Sin las trabas externas. Anticipamos unas consecuencias perjudiciales en un entorno que consideramos hostil o por lo menos poco amigable. Y no tiene por qué ser así. O por lo menos no siempre lo es.
Doble diversidad, como mujeres y como lesbianas o bisexuales
Creo que las mujeres lesbianas y bisexuales hemos trabajado durante años de manera maravillosa lo que los estoicos denominaban “nuestra ciudadela interior”. Hemos construido un carácter independiente y hecho a sí mismo, casi siempre en soledad. Un mundo de enorme riqueza que no siempre desplegamos fuera.
Pero todas sentimos en algún momento la necesidad de visibilizarnos para llevar una vida coherente con lo que somos y para vivir con fluidez y naturalidad. Para ser felices. Unas veces nos visibilizamos de forma paulatina, otras de forma inmediata. A veces nos visibilizamos con pequeños actos de valor diarios, otras con grandes actos de valor. Una vez que decidimos pasar de ese mundo personal tan trabajado al mundo exterior, para desplegar todo lo que somos, hacemos por nosotras algo que nos cambia sin que nos demos cuenta.
Esos actos de valor en una parcela de nuestras vidas, en la que tiene que ver con nuestra orientación sexual, nos llevan a aumentar nuestra reserva general de valor. Nos volvemos mujeres más autónomas, más confiadas en nuestras capacidades, más fuertes en todas las parcelas de nuestra vida. Aprovechamos el potencial de la diversidad por razón de orientación sexual.
Creo que el hecho de ser lesbiana me ha hecho mejor persona. Porque al decidirme, pese a todos los inconvenientes, a vivir mi vida de la forma más natural posible y a mi manera, he aprendido a defender mis valores, a empatizar con otras personas y otras realidades, a re-enmarcar mis ideas, a trabajar modelos mentales más ricos, a ser más flexible, a ser más autónoma, a construirme a mí misma…
Y las mujeres maravillosas que he encontrado por el camino en este viaje que continúa me están enseñando el valor del apoyo mutuo, de las comunidades del cuidado, de los lazos que te agrandan el corazón. Me siento afortunada; y muy orgullosa por haberme decidido, pese a las dificultades, a vivir una vida coherente con lo que soy.
BIBLIOGRAFÍA
-Patel, Gita (en colaboración con Sophie Buiting) “Gender differences in Leadership styles and the impact within corporate boards”. The Commonwealth Secretariat, junio de 2013
Texto de Maria Teresa Rodriguez de Castro. Vicepresidenta de LB Talks.