
Mary Oliver fue una de las poetisas americanas más influyentes. Ganó el premio Pulitzer de poesía. Murió recientemente, a los 84 años. La fotógrafa Molly Malone Cook, que murió en 2005, fue su pareja durante años. A los dos años de su fallecimiento, Mary quiso homenajearla en un libro, mitad recuerdo evocador mitad reflexión sobre la vida, el amor y el proceso creativo, entrelazando las fotografías de Molly con fragmentos de su diario y sus propios textos. “Nuestro mundo” es el maravilloso resultado de este homenaje.
Durante mucho tiempo, en sus escritos, Mary, al referirse a Molly, la llamaba M. Y mantiene esta nomenclatura en el libro. Resulta potente esa elección narrativa, una mezcla de resistencia y reivindicación
Os recomiendo este libro, un auténtico placer para los ojos y para el espíritu. He pensado que lo mejor sería transcribir y traducir parte de los textos que se encuentran en él, para que entendáis su garra, y os animéis a comprarlo y observar las fotografías. La forma de escribir de Mary no te deja indiferente.
Se ha remarcado con frecuencia acerca de mi forma de escribir, que yo enfatizo la noción de atención. Esto empezó de forma simple; observar la manera en la que vuela el pájaro carpintero es muy diferente de la manera en la que la golondrina juega en el aire dorado del verano. Me proporcionaba placer darme cuenta de estas cosas, lo consideraba un buen primer paso. Pero, más adelante, viendo la manera en la que M. sacaba fotos, y observándola en el cuarto oscuro, al revelarlas, y además viendo la intensidad y la apertura con la que trataba con sus amigos, y con los extraños, entendí lo que significaba de verdad prestar atención. Empecé a comprender que la atención sin emoción no es más que un reportaje. Se necesita una apertura, una empatía, para prestar verdadera atención. M. tenía en abundancia esa apertura y empatía, y la regalaba generosamente. Durante los años en que la conocí, comprobé que ella tenía ese don, que a menudo era una carga, con nuestros amigos de toda la vida, conmigo, y con las caras e incluso los objetos que ella encontraba mientras salía a tomar fotos. Yo tenía veintimuchos o treinta y pocos años, y estaba llena de mis propios pensamientos, de mi propia presencia. Estaba ansiosa por abordar el mundo de las palabras, por dirigirme al mundo con palabras. Entonces M. me infundió este nivel más profundo de mirar y trabajar, de ver a través de lo visible lo invisible. Lo pienso siempre que miro sus fotografías; las imágenes de vitalidad, esperanza, resistencia, amabilidad, vulnerabilidad. Su mundo no era el de las margaritas, los pájaros o los árboles, como lo era el mío. Teníamos cada una de nosotras naturalezas separadas. Pero nuestras ideas, nuestra influencia la una sobre la otra, se convirtieron en una confluencia rica y duradera.
A menudo en sus escritos, Mary contaba como M. le preguntaba, sin desmayo, cada vez que volvía a casa de un camino en los bosques o en los campos: “¿Qué tal ha ido?”. Amaba esta pregunta. Leyendo uno de sus diarios poco tiempo después de su muerte, encontró escrito lo siguiente: “Mary ha regresado con flores amarillas (…) y le he pedido que me diese noticias. Me refiero a noticias buenas. Noticias de los humanos. Pero ella regresa con noticias de los zorros, de los pájaros, de sus maravillosos amigos los gansos Merlin y Soñador, que van a volver a ser padres bajo su atenta mirada. ¿Durante cuántos años ha estado observándolos? Van corriendo hacia ella. Estas son sus noticias”.
Mary Oliver reflexiona sobre esa necesidad suya de observar la naturaleza
No creo que estuviese mal vivir en el mundo en el que yo vivía, fue mi salvación, mi forma de afrontar mi propia oscuridad. No las he abandonado nunca, esas señales terrenales que me conducían a las epifanías. Y sin embargo, ella quería que yo entrase con mayor profundidad en el mundo de los humanos, y que lo abrazase. Y creo que lo he hecho. Y qué regalo tan maravilloso fue leer que ella lo deseaba, cuando nunca había mostrado impaciencia con mis reportajes del mundo natural, la felicidad azul y verde que encontraba en él. Nuestro amor era tan firme…
Mary describe de manera emotiva el carácter de M. y su vida juntas. No esconde sus defectos, pero habla de ellos con una profunda comprensión de su carácter. Y muestra un respeto conmovedor por un amor anterior que había marcado profundamente a su pareja.
Hacia 1958 o 1959 tuvo una relación que la marcó profundamente. Estoy convencida de que amó y fue amada completamente. Lo sé, y me alegro. Tengo una idea de por qué esta relación prosperó y también de por qué fracasó, pero es demasiado privada para discutirla. Y también es, obviamente, una suposición. Un suceso de este tipo merece su privacidad. Solamente quiero decir que este amor, y el consiguiente vacío que dejó su final, la cambiaron. Sucesos como este nos cambian, aunque no necesariamente para mal. Simplemente nos cambian. Quien no sabe esto no sabe mucho.
Mary Oliver cuenta el placer que le proporcionaba observar a M. mientras trabajaba. Consideraba un regalo tener momentos sagrados como esos. Una mezcla de admiración hacia el artista y de intimidad, por conocerla de cerca.
Rara vez se separaron durante su vida juntas. Mary solía de vez en cuando marchase a enseñar, y generalmente M. iba con ella. No dejaban de hablar de su trabajo, sus pasados, sus amigos sus ideas, las normales y las inverosímiles. Solían despertar antes de que hubiese luz en el cielo y preparaban café, dejando que sus mentes agitasen sus lenguas. Terminaban cansadas y eufóricas. Pocos días después, volvían a hacerlo. “Fue una conversación de 40 años”, asegura Mary.
Mary escribió un poema sobre un momento concreto en sus vidas, cuando a M., de repente, que no había silbado en 30 años, le dio por silbar. ¿Quién es esa extraña que silba? ¿Eres tú?, le pregunta. ¿Eres tú silbando? “Sí. Yo solía silbar hace mucho. Quería comprobar si todavía puedo hacerlo”. Y se marchó por la casa silbando. “La conozco tan bien, pienso. Pensaba. Sus codos y tobillos. Sus estados de ánimo y deseos. Sus angustias y travesuras. Y también su ira. Y sus devociones. Y después de todo eso, ¿nos conocemos de verdad? ¿Quién es esa persona con la que llevo viviendo treinta años? ¿Esa clara, oscura, encantadora mujer que silba?”.
BIBLIOGRAFÍA:
–Oliver, Mary (2007) “Our World” (Fotografías de Molly Malone Cook, texto de Mary Oliver). Boston, Beacon Press.
Texto de Maria Teresa Rodriguez de Castro. Vicepresidenta de LB Talks.